Ayer, 11 de marzo, fue una fecha triste para todos los
españoles, pero sobre todo, para un grupo de personas que nunca olvidarán que
13 años atrás les arrebataron algo único que jamás podrían recuperar:
familiares, seres queridos, amigos… cuyas pérdidas dejaron un cúmulo de
recuerdos que cada año hacen que la ausencia de éstos sea más dolorosa. Por supuesto,
hablo del atentado que sucedió en la estación de Atocha, en Madrid, en el cual
192 personas perdieron la vida y más de
1500 heridos quedaron marcados de por vida, tanto física como psicológicamente.
El día de ayer no será el único pesaroso, ya que el día
22 de este mes también se cumplirá un año de otro ataque terrorista, el cual
sumió el aeropuerto de Bruselas, Bélgica, en un enorme y sangriento caos, del
cual fueron 35 los muertos y más de 500 heridos.
Fueron muchos los homenajes que se les rindieron a las víctimas
de la cruel carnicería del 11M, a los cuales asistieron personajes tan
importantes como políticos o agentes sociales, y por supuesto, las asociaciones
de víctimas y los propios ciudadanos. Y serán muchos los que se rendirán en
Bruselas y en el resto de Bélgica dentro de diez días.
La mayoría de estos sucesos ocuparon ayer una gran franja de
todos los telediarios, ya fueran los matinales, los del mediodía o los de por
la noche. Bastante comprensible. Sin embargo, lo más seguro es que muchos no se
hayan enterado del terrible suceso que invadió las calles de Damasco, Siria. Un
doble atentado que dejó tras de sí 74 muertos (por ahora) y al menos 120
heridos. Pero no es ni el primero ni el último que pasará desapercibido. En lo
que llevamos de año, aproximadamente 15 atentados han tenido lugar en Siria,
la mayoría reivindicados por el Estado Islámico (también destacan diversos
atentados en Irak, Afganistán, Somalia…). Sin embargo, ¿algún país europeo se
ha tomado la molestia de hacer un homenaje a todas estas víctimas? Sinceramente lo dudo, teniendo en cuenta el tiempo que le
dedican los telediarios y demás informativos a estos acontecimientos. Al
parecer, ojos que no ven, corazón que no siente.
Pero es verdad, los individuos sirios no sufren ni padecen.
No piden auxilio para que cesen estos atentados, ni huyen de su país porque no
pueden soportar la situación de miedo y desesperación, arriesgando sus vidas para
que sus hijos puedan vivir en un ambiente sin violencia y disfruten de su
infancia. En los casi seis años de conflicto que lleva Siria, la cifra asciende a más
de medio millón de muertos y más de cinco millones de refugiados (datos de
principio de 2016). Cifras estremecedoras para cualquier persona sensata y con
corazón.
Pero seamos honestos, ¿a quién vamos a engañar? Si no somos
capaces de guardar siquiera un minuto de silencio por respeto a todas esas víctimas,
¿cómo vamos a tolerar la entrada de los refugiados sirios (que lo único que quieren es
vivir sin preocuparse de si van a llegar vivos al final del día)?
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